Jerónimo González    

Francisco J. Lauriño

Francisco J. Lauriño (Francisco José Lauriño García, Sama de Langreo, 1962). Estudié el Bachillerato Unificado Polivalente (BUP) y el COU en el Jerónimo González entre 1976 y 1980. Tuve muy buenos profesores de Humanidades: guardo recuerdo muy especial de Jesús Hernández, catedrático de Literatura Española, que fue mi profesor de Literatura en segundo de BUP y de Lengua Española en COU; y también de Florencio Friera, que me dio clase de Historia de las Civilizaciones y del Arte en primero de BUP y de Historia Contemporánea en COU. Las clases de Literatura Española de segundo de BUP, con Jesús Hernández, me marcaron de tal manera que no solo fueron mi fuente primigenia de conocimiento literario, sino que su influencia perdura hasta el día de hoy. Mi afición casi obsesiva, y constante, por fray Luis de León, por Unamuno, por Galdós o por Luis Cernuda se remontan a las lecciones de Jesús, que fueron, además, el resorte que me hiciera decidirme por cursar estudios de Filología Hispánica en la rama de Literatura, de los que me licencié en la Universidad de Oviedo. Durante el Curso de Adaptación Pedagógica posterior fue Jesús Hernández el tutor de mis prácticas, que desarrollé, precisamente, en el Jerónimo González. Como se ve, siempre estuve muy vinculado al instituto (por poner otro ejemplo: en 1981 y en 1983 un grupo de jóvenes poetas de la cuenca celebramos sendos recitales de poesía en su salón de actos), y, de hecho, hoy en día trabajo en la secretaría del centro.

La literatura ha sido siempre, desde la infancia, mi forma de vida principal. Así, tengo publicados varios libros, entre los más recientes, los de cuentos Su Crimen y otros relatos selectos (2005), El Estanque de Azufre (2007) o Cuentos Escogidos, 1987-2007 (2007); la novela Muñecos de sombras (2009), que recoge sesenta años de vida en el valle del Nalón, entre 1941 y 2001, y los libros de poesía Ontología Poética, 1980-2000 (2007), Horas de metal (2010) y Libro del adiós (2012), entre otros, aunque he de confesar que la lectura absorbe mucho más mi tiempo que la creación. También mantuve una columna semanal de opinión en la página Cuencas del periódico El Comercio, entre 1998 y 2008. Con los años, mis aficiones literarias quedaron matizadas por la práctica de la fotografía: en 2009 exhibí la colección de fotos “Spaces And Settings” en la Galería de Arte Mediadvanced de Gijón, y mantengo un blog y varias páginas en Internet dedicadas a divulgar mis creaciones.

Blog de fotos: Blues de la luna que nos mira

Blog de literatura: Asíntota Total

Página de fotos: Photo.net

Exposiciones virtuales: Exposiciones virtuales

 

ELISABET FELGUEROSO LÓPEZ

Elisabet Felgueroso López es de Ciañu y estudió en el IES entre 1994 y 1998. Luego se licenció en Filología Española por la Universidad de Oviedo, donde además cursó el doctorado en Estudios de la Mujer realizando su trabajo de investigación sobre La mujer en la literatura minera en el Realismo-Naturalismo. Aprovechando las becas que le fue posible obtener también estudio breves temporadas en Italia. Ahora reside en el Reino Unido, donde pone en práctica todo lo que le enseñó Marta Arias cuando fue su tutora y profesora de ingés.Como cogió carrerilla y le gusta esto de estudiar, actualmente trabaja en su tesis doctoral en el Programa de doctorado Género y Diversidad de la Universidad de Oviedo y cursa un Máster de Enseñanza de Español para personas Extranjeras, pues su trabajo está orientado a la docencia de la Lengua y la Literatura en Lengua Castellana. Como escritora ha ganado varios premios literarios y ha publicado el libro de relatos Páxines del llibru muertu (editorial TRABE), estando próxima la edición de su trabajo de investigación.

Su paso por el Jerónimo fue muy positivo y allí, Elisabet y su mejor amiga Soraya, conocieron a la tercera pieza que les faltaba, Aitana, convirtiéndose las tres en aliadas que se han mantenido unidas durante el paso de los años y se consideran prácticamente familia. Podría contar tantas anécdotas de su época en el IES como para redactar un novela. Pero fundamentamente se queda con un grupillo de profes a los que les agradece su implicación en el aula, muchísmismos amigos y amigas, y un montón de conocimientos que avivaron su mente inquieta.
         

 

Aitana Castaño

Lo mío con el Instituto

Estoy escuchando tangos a la vez que escribo estas líneas. Lo digo para eximirme (al menos parcialmente) del pasteleo que voy a escribir, con total seguridad, a partir de ya mismo. Echémosle pues las culpas a la música para hablar del aniversario del Instituto Jerónimo González de Sama y darle un par de vueltas a la memoria de los años que pasé en el lugar, primero como estudiante, y después como hija de "Flora la de la cafetería". Como toda historia, lo mío con el instituto tiene un arranque en lo que denominaremos "El Principio de los Tiempos". Ésta época empezó una mañana en un pasillo largo y oscuro y terminó aproximadamente quince minutos después cuando una servidora decidió que ya estaba integrada. Al éxito de la óptima incursión en la vida de una estudiante de secundaria ayudaron muchas personas pero es imposible no mencionar a Eli y Soraya. El capítulo dos es un poco más largo. Bajo el título "En la cresta de la ola" en esta fase de la narración se abordan los altibajos propios de una relación estrecha entre institución y persona. La adolescencia efervescente y las matemáticas de Tercero de BUP son las dos grandes crisis de este periodo que terminó felizmente cuatro años (menos quince minutos) después con una nota que me permitió estudiar lo que quería.
La fase tres, denominada "¿Acuerdeste cuando en el Instituto?", suele ser, en la mayoría de historias de este tipo, la parte final. Pero en mi caso no. El anexo, sorprendente, me lo otorgó un nuevo título. Además de "alumna" o "ex-alumna", dentro de aquellas paredes a la orílla del río Nalón comencé a ser también "la hija de la de la cafetería". Aquí se abrieron nuevos horizontes y aprendimos cosas nuevas, como que los profesores también son seres vivos, mamíferos y hasta, en casos extremos, tienen buena conversación o que, al otro lado de la barrera, efectivamente el recreo parecía una estampida de zombis hambrientos. ¡Feliz cumpleaños!.